Desarmar el corazón

Ante la situación bélica en el mundo, ¿debería invertir la Unión Europea y España en defensa, en armamento militar? Lejos de responder a esta pregunta tan compleja, lo que pretendo es poner el foco en aquellas cuestiones en las que creo que debemos invertir esfuerzo, dinero y tiempo.

Nos dice el Santo Padre que la paz no se impone ni se alcanza por la fuerza, tampoco cae del cielo, sino que se consigue desde el compromiso diario. Merece la pena trabajar por la paz: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9). Pero, ¿cómo hacerlo? Físicamente nos quedan lejos las zonas de conflicto y nos hemos malacostumbrado al ver diariamente escenas de horror y muerte. No permitamos esta insensibilidad, no perdamos la esperanza, no creamos que es imposible lograr la paz o que no nos corresponde.

La paz comienza en nosotros y en nuestros entornos (familia, trabajo, etc.). Hay personas que generan tensión y conflicto, que utilizan la fuerza para imponer ideas y decisiones, que se mueven bien en la bronca. Hay otras que escuchan, cuidan, reconcilian y tienden puentes.

Para ser constructores de paz se nos propone «desarmar el corazón» de nuestro egoísmo y soberbia, de los abusos de poder que generan pensamientos, palabras y acciones violentas, sentimientos de superioridad moral, intelectual… y armarlo con pequeños gestos como la escucha sincera, un servicio gratuito o un gesto de amistad. Para desarmar el corazón pidamos con confianza: «Señor, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme».

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