Cuarenta años

Se ordenan estos días cinco nuevos presbíteros para la Diócesis y para ellos pido oración, comprensión, apoyo y gratitud: Abraham, Ángel Johan, Miguel, Quique y Kacper. Después de unos años de formación inicial, sabemos bien que su verdadera formación comienza ahora y se prolongará a lo largo de toda la vida. Hablando con uno de ellos, el otro día, le dije: «Yo tengo ya –por detrás– cuarenta años de ejercicio del ministerio y tú, lo pido y lo deseo, los tienes por delante». La formación continua, a lo largo de la vida, es imprescindible para cualquier oficio, pero es todavía más necesaria para el ministerio sacerdotal. Nadie sabe a los veinte años o a los treinta qué le deparará el futuro, dónde lo esperará el Señor y cuánto habrá de padecer o de trabajar, cuánto habrá de reír o de llorar. Todo eso es el ministerio: un baño de caridad pastoral, de audacia, de ingenuidad, de locura y de paradoja, de confianza, de ayuda mutua, de dolor y de amor.

Doy gracias a Dios por estos muchachos y le pido a Dios que se dejen sorprender, que aprendan del Pueblo de Dios al que han de entregarse, que sean humildes y atentos, que se dejen aconsejar. Hay tanta grandeza en la gente de nuestras parroquias que a los sacerdotes nos basta con abrir los ojos del corazón, con escuchar la vida y la fe sencilla, es suficiente con servir acompañando el anhelo profundo y amar de verdad. Esa es la base de nuestra formación continua: aprender de ellos. Para estos nuevos curas y para mí, no solo pido cuarenta años sino muchos más para descubrir aquí y ahora el sensus fidei fidelium.

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