¿Cuándo soy más libre?

Oración, ayuno y abstinencia, conceptos disruptivos y controvertidos para la sociedad actual cuando hablamos de Cuaresma, de fe o relación con Dios. Sin embargo, constantemente se nos ofrecen actividades o modos de vida que nos ayudan a conectar con nuestro yo y con el universo; a orientar nuestra dieta en torno a un ayuno intermitente; o a dejar de consumir alimentos o bebidas que puedan dañar nuestro cuerpo. ¿Qué diferencia hay entonces? Sencillo: ¿por quién lo hago?

La Cuaresma es uno de los tiempos fuertes para la Iglesia, tiempo de conversión y esperanza, que nos ayuda a prepararnos para nuestro encuentro personal y comunitario con Cristo en su Triduo Pascual. Durante estos días la Iglesia nos pide realizar un esfuerzo en el que la voluntad es la pieza fundamental. Pero para ejercitar la voluntad es vital el amor (pero ese del que Pablo nos habla, del que se entrega por completo sin más): el amor a uno mismo (si un alimento que te sienta mal, por mucho que te guste, dejas de consumirlo); el amor a los demás (cuando amas a alguien no te cuesta renunciar a algo por esa persona); y el amor a Dios (cuando descubres que la única y verdadera felicidad está en hacer la voluntad de Dios, porque lo único que él quiere es tu propia felicidad).

El problema es cuando la renuncia a los apetitos o deseos se confunde con la falta de libertad, cuando lo único que se promueve y valida es el amor propio (un amor egocéntrico que me sitúa en el centro de todo), cuando la libertad se liga a consumir sin más: alimentos, compras, series, redes, sexo…

¿Cuándo soy más libre? ¿Cuándo hago lo que quiero, cuando me apetece, o cuando mis apetitos no limitan mi voluntad?

Otros artículos

Ser al menos una gota en el mar

«No soy contagioso, pero él no lo sabía»

Yo sí soy el guardián de mi hermano