La Navidad traspasa los muros de las prisiones

Cerca de dos millares de personas se encuentran privadas de su libertad en los centros penitenciarios de la Región de Murcia; personas que, a menudo, suelen ser olvido de la sociedad. También la crisis del coronavirus ha causado estragos dentro de los muros de las cárceles, provocando una gran pandemia de desesperanza, tristeza y desesperación. Por ello, Pastoral Penitenciaria tiene una misión privilegiada dentro de la Iglesia: visitar a Cristo cuando está preso.

Con la llegada de la Navidad, los voluntarios de esta pastoral llevaron, como cada año, la alegría del nacimiento del Niño a los reclusos. Los villancicos, los cantos y la música fueron los ingredientes perfectos para dibujar la sonrisa de todos, sin olvidar que los Reyes Magos se adelantaron, llevando presentes para los que allí residen tales como ropa, calzado, enseres para el aseo personal, dulces navideños y un libro con los evangelios del día.

Josefa Vera, hermana apostólica de Cristo Crucificado, es responsable del grupo de voluntarios de esta pastoral en el Centro Penitenciario Murcia I y, con gran emoción, narra la experiencia vivida este año: «Con la situación que estamos viviendo, todo ha sido mucho más intenso que otros años, incluso sin poder acercarnos a los internos». Módulo por módulo, acompañados por los jefes del servicio, con mascarillas, gel desinfectante, canto a canto, regalo a regalo, recluso a recluso… Una misión reflejo de la misericordia de Dios, que nos catequiza de forma magistral, pues hace brotar de nuestros semejantes este amor desmedido que supera miedos y fronteras ideológicas por la gracia de Dios.

El Papa Francisco, durante el discurso pronunciado en 2019 a los participantes en el Encuentro Internacional de Pastoral Penitenciaria, transmitía a los asistentes: «No hay una pena humana sin horizonte. Nadie puede cambiar de vida si no ve un horizonte. Y tantas veces estamos acostumbrados a tabicar las miras de nuestros reclusos». Quizá por todo esto, esta pastoral es de vital importancia, no solo socialmente, sino para toda la Iglesia diocesana pues nos recuerda que es imposible que la semilla crezca si antes no muere a sí misma, cuanto más en Navidad.

María de León
Delegada episcopal de Medios de Comunicación Social. Licenciada en Periodismo y grado en Bachiller en Teología.

Compártelo en