

«Cada vocación es única, cada historia nos remite a Dios»
En torno a la solemnidad de san José se celebra cada año el Día del Seminario. Hablamos con Jesús Sánchez, rector del Seminario Mayor San Fulgencio y del Menor San José.
P.: ¿Cómo celebra el seminario este día?
R.: Pues nosotros celebramos la campaña del seminario, como al Papa le gusta decir, en salida. Transmitiendo la alegría de la vocación en muchos lugares durante estos días. El fin de semana de la campaña suele ser previo a san José, así que lo hemos celebrado especialmente este fin de semana. Y en torno a estos días estamos teniendo ocasión de ir a colegios, parroquias, a las catequesis de niños y de jóvenes a mostrar la belleza de la vocación, de esa llamada que el Señor nos hace a una vida entregada, a ser una misión para los demás.
P.: ¿Cómo se puede ser sembrador de esperanza en este mundo tan convulso, tan de lo inmediato, en el que solo nos llegan malas noticias a través de los medios de comunicación?
R.: Yo diría que no se puede no ser sembrador de esperanza en este momento. El cristiano tiene que ser sembrador de esperanza y esa esperanza tiene un rostro y un nombre concreto que es Jesús. Cuando el lema de la campaña de este año nos invita a ser sembradores de esperanza, nos invita a poner a Jesús en el corazón, a sembrar a Jesús en el corazón de los demás y desde ahí vendrá la llamada, el compromiso en la vida cristiana, la vocación sacerdotal… Creo que llega un momento en el que los cristianos también tenemos que ser más explícitos en nuestro mensaje a la hora de plantear nuestra fe, en este camino de sembrar esperanza en el corazón de los hombres.
P.: Supongo que habrá muchas personas que se pregunten qué hacen estos jóvenes metidos en el seminario, en la concepción de esa falsa libertad que pueden entender algunas personas que se pierde cuando uno da su sí una vocación concreta, en este caso a la vocación sacerdotal. ¿Cómo es el día a día en el seminario?
R.: Yo plantearía un reto a aquel que quiera saber cómo es la vida en el seminario: que se acerque a él. Tiene muchas ocasiones: los domingos por la tarde rezamos Vísperas y puede venir cualquier persona a rezar con nosotros, por ejemplo, la segunda víspera de san José; o también pueden venir a rezar con nosotros los primeros jueves de cada mes, que celebramos una vigilia de oración en la que tenemos ese momento de encuentro con el Señor, de compartir el testimonio de un seminarista, pero también después se crea un rato de diálogo entre las personas que vienen, de compartir con los seminaristas, con los sacerdotes, con los formadores del seminario.
La vida en el seminario es una vida en familia, donde nuestro centro es el Señor. Y desde ahí, desde la Eucaristía y la oración, se organiza todo lo demás: el estudio, la vida comunitaria, la convivencia, la pastoral, el crecimiento humano, el crecimiento espiritual…
P.: ¿Cuántos jóvenes se están formando ahora en el seminario mayor y en el menor?
R.: En este curso, el seminario mayor lo componen 38 seminaristas. Nuestro seminario acoge a los seminaristas de la diócesis de Almería, que en este curso tenemos a 4 de esta diócesis hermana; y 2 seminaristas de una diócesis de Nigeria, que están haciendo con nosotros la Teología y después marcharán a su país cuando terminen los estudios para ser ordenados.
En el seminario menor son 5 seminaristas los que están en familia durante este curso. Y después hay un grupo de monaguillos y de chicos que están participando en las convivencias cada 15 días con nosotros.
P.: ¿Cómo es ese acompañar la vocación de los seminaristas durante todos los años de su formación?
R.: Pues es una aventura maravillosa. Es como cuando Moisés se presenta delante de la zarza y se tiene que descalzar, porque lo que pisa es tierra sagrada. Así nos situamos ante cada uno de los seminaristas como ante un misterio, el misterio de la historia de amor que el Señor quiere hacer con ellos. Lleguen a ser sacerdotes en ese proceso de acompañamiento o no. Cada seminarista es único, cada vocación es única, cada historia nos remite a Dios y nos tenemos que situar ante ellos como un espacio sagrado. Para nosotros los seminaristas no son un número, sino que son un regalo de Dios que el Señor pone para que también nosotros, los formadores, podamos ejercer nuestro ministerio; ese acompañamiento, ese discernimiento, en esa formación que a veces no es fácil, pero porque, como en una familia, en la formación hay que corregir, alentar, animar, invitar a la perseverancia en los momentos de dificultad y de fragilidad… Pero la formación es una aventura maravillosa, un regalo del Señor y una experiencia por la que yo me considero un privilegiado.
P.: Recuerdo aquel lema de Sacerdote, ¿por qué no? ¿Por qué no ser sacerdote hoy?
R.: Pues porque hoy hay que escuchar la voz de Dios. Hace unas semanas, celebrábamos un congreso para las vocaciones en Madrid. Y se planteaba una pregunta, ¿para quién soy yo? En ese para quién soy no se trata solo de decidir nosotros, sino dejar que el Señor hable a nuestro corazón y no ponerle impedimentos. No podemos decir: «Yo he recibido esta llamada, pero la aparto de mi vida». Si yo quiero ser verdaderamente feliz, si quiero ser verdaderamente pleno, debo responder a esa llamada que el Señor me hace. Sacerdote, ¿por qué no? Es una de las llamadas que el Señor nos está haciendo y que hace mucho más habitualmente de lo que nos pensamos. Lo que pasa es que no solo el corazón del hombre disuade ese compromiso grande que supone la vida sacerdotal, sino que también muchas veces en las familias algunos muchachos sufren porque sus padres los disuaden, dicen que no los van a acompañar, que no ven ese proceso, que es mejor que hagan una carrera, que trabajen, que se echen una novia y que después decidan. Un seminarista es una persona también muy vulnerable al entorno en el que vivimos, que a veces es hostil a tomar compromisos definitivos. Y no solo es en el sacerdocio, sino también en la vida matrimonial. ¿Cuántos chicos se casan hoy con 25, con 26 años? Muy pocos, ¿no? Hay que cuidar a esos jóvenes en ese camino que están haciendo para responder al Señor. Siempre desde la Iglesia se pide orar por las vocaciones al sacerdocio. En estos días en torno a la campaña del Día del Seminario lo hacemos de una forma más insistente.
P.: ¿Qué tiene que hacer un joven si cree que el Señor lo llama a ser sacerdote?
R.: En primer lugar, hablar con su párroco y decirle lo que está sintiendo, y él le dirá cómo ponerse en contacto con el seminario. También pueden venir directamente al seminario y conocerlo, se pueden poner en contacto con nosotros a través de nuestra página web (seminariodemurcia.org) y así plantearse su vocación con nosotros, abrir un proceso de acompañamiento y discernimiento con ellos.

Licenciada en Periodismo y graduada en Bachiller en Teología. Delegada Episcopal de Medios de Comunicación Social. Directora y presentadora de los programas de El Espejo e Iglesia Noticia de Cope Murcia. @marietadleon Volver a noticias
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