Ricardo Urdiales León trabajó hasta su reciente jubilación como programador y ahora colabora activamente en la Parroquia Santa Florentina de Cartagena.
P.: ¿Por qué empezaste a realizar este servicio?
R.: Todo empezó cuando, por mis condiciones de salud, dejé de ejercer mi trabajo profesional y eso me hizo pensar que debía aprovechar el tiempo que tenía para dedicarlo al servicio de los demás. Un día me pidieron ayuda con un viejo ordenador del despacho parroquial y desde ese momento la parroquia dispone de alguien que ayuda con las nuevas tecnologías.
P.: ¿Cómo vives esta tarea?
R.: Como un reto personal, con disposición de servicio y para mayor gloria de Dios.
P.: ¿Te ayuda esta labor que realizas en tu vida de fe?
R.: Me ayuda a conocer el ejemplo de otras personas y cómo viven su piedad y su fe, que enriquecen grandemente mi vida y la de mi familia.
P.: ¿Has vivido en este servicio algún momento señalado que te gustaría compartir?
R.: Todos los días descubro pequeños detalles de entrega, alegría y servicio de todos los que forman esta parroquia y que me acogen como solo lo hacen los que de verdad te quieren.
P.: ¿Cómo animarías a otros a colaborar en sus parroquias?
R.: Para colaborar con la Iglesia no solo son necesarios recursos económicos. Creo que se hacen más necesarias la entrega y disposición personal. Para mí, acercarme a mi parroquia resultó ser un paso revelador, abriendo un abanico de posibilidades para contribuir y compartir mis talentos. Inicialmente, no había considerado cuán variadas podían ser las formas de involucrarme, desde unirme a la catequesis hasta ofrecer mi apoyo en tareas administrativas. Me di cuenta de que todos poseemos dones únicos que, bien empleados, pueden significar una gran ayuda para nuestra comunidad parroquial. Ya sea desde mi inclinación por enseñar o desde mis habilidades en la comunicación, siempre hay un espacio donde puedo aportar algo de mi experiencia de vida. Con el ajetreo cotidiano, fácilmente se olvida la importancia de dedicar un momento a la oración. Sin embargo, mantener mi parroquia presente en mis oraciones se convirtió en un profundo acto de fe y conexión. Me di cuenta de que, si en algún momento sentía la necesidad de fortalecer algún aspecto de mi fe, no debía dudar en buscar formación adicional y el consejo y apoyo espiritual del sacerdote. Estar mejor preparado no solo me beneficia personalmente, sino que también me permite ofrecer un apoyo más sólido a mi familia, amigos y conocidos.
Al reflexionar sobre la posibilidad de contribuir regularmente con mi parroquia, comprendí que no importa el importe de la contribución; lo verdaderamente relevante es el gesto de compromiso y solidaridad hacia mi comunidad. Estas acciones no solo facilitan el sostenimiento de las actividades parroquiales, sino que también fortalecen mi vínculo con la comunidad de fe.