María Teresa Collado Madero, natural de Quintanar de la Orden (Toledo), comparte su testimonio de servicio en la Iglesia como hermana de la Consolación en Caravaca de la Cruz.
P.: ¿Cómo empezó tu vocación a la vida consagrada, qué te llevó a ser religiosa?
R.: El Señor me llamó y me eligió para ser hermana de Nuestra Señora de la Consolación. A los cuatro años empecé a estudiar en el colegio de la Consolación de mi pueblo y el Señor sembró la semilla del carisma de la consolación en mí; y gracias a la fe que me transmitieron mis padres, el testimonio de las hermanas, la ayuda de otras personas y la participación en la Eucaristía, fui descubriendo mi vocación y soy muy feliz.
P.: Como hermana de la Consolación, eres educadora en el colegio de esta congregación en Caravaca de la Cruz; colaboras en la parroquia de El Salvador como catequista y también en la de la Purísima Concepción, junto a los visitadores de enfermos. ¿Cómo vives estos servicios?
R.: Gracias a la ayuda de Dios, a la vida de oración, a la vida fraterna en mi comunidad de hermanas y de toda la congregación, a la Iglesia, a la participación diaria de la Eucaristía y al sacramento de la Penitencia, puedo caminar cada día en la presencia de Dios. Aunque algunos días tenga dificultades, soy feliz porque sé que Dios camina conmigo, está en mi interior.
Todo lo que hago, desde el comienzo del día, que empiezo con la oración personal al Señor; hasta la actividad en el colegio, la catequesis de Primera Comunión en la parroquia de El Salvador; o ser voluntaria en Cáritas en la parroquia de la Concepción, acompañando a las visitadoras de enfermos y ministros de la Eucaristía, me ayuda a crecer en la fe. Como miembro de la Iglesia, me alimento de la Palabra de Dios, de la Eucaristía, de la fraternidad y de tantos medios que me ofrece mi congregación religiosa y la Iglesia.
Algo muy especial que me ha ayudado en mi vida de fe y en mi vocación ha sido, en concreto, participar en el reciente Congreso de Vocaciones que se celebró el pasado mes de febrero en Madrid. Allí viví la fiesta del Espíritu, junto con todos los miembros de la Iglesia que participaron, en los talleres, en la vigilia de oración y en muchas de las ideas que los ponentes compartieron, para seguir respondiendo al Señor que soy para él y para los demás.
P.: ¿Animarías a otros a implicarse más en la vida de la Iglesia, a profundizar y buscar su vocación?
R.: Claro que sí, animo invitando a las personas; ojalá que mi vida sea invitación para que otros descubran su vocación en la Iglesia y puedan decirle sí al Señor. Rezo también por las personas que ya han encontrado el gran tesoro que es el Señor y por las que están en camino, para que lo encuentren y sean felices; y por los que están más lejos, para que les llegue el tiempo del encuentro con él.