Mari Paqui Guillamón Garrido, de 66 años, es natural de Archena, donde reside. Esposa, madre y abuela, colabora con la Parroquia Corpus Christi – La Purísima.
Empiezo este testimonio diciendo que el Señor el primer regalo que me hizo, además de la vida, fue nacer en una familia cristiana, siempre cercana y participativa en la Parroquia San Juan Bautista, en la que mis padres se casaron, todos los hermanos fuimos bautizados, recibimos la Primera Comunión, confirmados y casados. Con esto quiero decir que yo no tuve un momento en el que decidí empezar a implicarme en la Iglesia, sino que siempre he formado parte de la parroquia. En la de San Juan, a pesar de mi juventud, fui catequista; formé parte de la Asociación de las Hijas de María, y ayudaba a limpiar y a todo lo que se me requería.
Cuando me casé y formamos nuestra casa, quizá por quehaceres, me aparté un poco, durante un tiempo, de ese «formar parte de», pero cuando empezó a edificarse la nueva Parroquia Corpus Christi-La Purísima detrás de mi casa, D. Cristóbal Guerrero me llamó para que ayudara (como a tantas otras personas) y me volqué con todas mis fuerzas en esta parroquia. Había que sacarla adelante, estaba en una zona del pueblo que hacía falta, y desde entonces no he dejado de participar y trabajar en lo que buenamente he podido por y para ella y, sobre todo, como siempre digo, para mayor gloria de nuestro Señor Jesús. Me he considerado siempre el comodín: donde haga falta allí estoy. No tengo grupo ni ningún quehacer sobresaliente dentro de la Iglesia, siempre he estado y estoy al lado de todos los sacerdotes que Dios nos ha enviado para que nos guíen, le doy gracias a Dios por los años que hemos convivido con cada uno de ellos.
El que yo viva dentro de la familia de la parroquia no le ayuda a ella, sino que me ayuda a mí, porque es mi casa y parte de mi vida. Uno de los temores más grandes que tengo (seguro que Dios no lo permitirá) es que alguna circunstancia pueda apartarme de la parroquia y del amor de Dios. No puedo imaginar mi vida sin Dios a mi lado y sin mi parroquia.
En este tiempo he vivido momentos especiales a montones: las fiestas del Corpus Christi, con su procesión y sus alfombras de papel y sal; las fiestas de la Purísima, el Adviento, la Navidad, la fiesta de la Virgen de Lourdes, Cuaresma, Pascua… Vivir esos días y sus preparativos, en cada uno de sus momentos, se convierte en un regalo divino.
Una de mis mayores alegrías es ver a jóvenes en la parroquia, en armonía y participando con toda la comunidad. Desde aquí me gustaría animar a esos jóvenes y a todas las personas que lean estas líneas a que participen en sus parroquias, en lo que puedan; todos somos necesarios y el Señor sabrá dónde colocarnos. Jesús nos quiere en comunidad y nuestra Madre María se siente feliz con sus hijos a su alrededor. Animaos a introduciros en la vida de la parroquia con Jesús y María a vuestro lado. «Nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificio de Dios» (1 Co 3, 9).