Manuel Estévez Martín, lorquino de nacimiento, vive en Caravaca de la Cruz. Después de vivir un proceso de conversión, colabora en la Parroquia El Salvador y en distintas realidades de la Iglesia.
P.: En la Parroquia El Salvador dicen que tienes la función de «despertar al Señor».
R.: Sí, confiaron en mí para que abriera y cerrara todos los días la parroquia. Entonces cuando entro por la mañana, veo el Sagrario con el Santísimo y enciendo las luces, digo: «Vengo a despertarte, Señor», y hablo un ratico con él. Después voy a la imagen de santa Rita a encenderle las luces, cuando ya he encendido las del Sagrario y las del titular de la parroquia.
P.: En este Año Jubilar, también permaneces en El Salvador por la mañana, para atender a los peregrinos.
R.: Lo que hago es preparar las cosas que ponemos a la venta, abrir la puerta principal y estar ahí. A veces vienen grupicos de gente que preguntan qué es la parroquia. Dentro de mi formación, intento explicarlo lo mejor posible, les invito a que entren y a que firmen en el libro de visitas… Y ellos agradecen que haya una persona allí para ellos. Si Jesús vino a entregarse a los demás, ¿por qué no voy a entregarme yo ese ratico? Es invitarles a que, por lo menos, conozcan el rincón que tenemos los cristianos para hacer oración. Y también es una forma de invitar a que se detengan en lo poco que tenemos aquí a la venta, para el mantenimiento de la parroquia, que es muy grande y solo en luces tiene muchos gastos al año; así pueden colaborar con nosotros.
P.: ¿Cómo fue tu proceso de conversión?
R.: A raíz de la muerte de mi padre, abandoné la Iglesia. Pero en un viaje de vacaciones por la zona de los Pirineos, mi mujer y mi cuñado propusieron ir a Lourdes. Yo tampoco iba a decir que no, así que fuimos. En la explanada me hizo gracia ver una bandera española, me acerqué a un hombre que había allí y le pregunté qué estaban haciendo en Lourdes. Dijo que estaban con los enfermos y mi respuesta en ese momento fue vergonzosa. El hombre no contestó más que una cosa: «Cuando te vayas de Lourdes, pasa por la gruta». Yo lo hice, y el pasar por esa gruta fue, para mí, como un abrasarme desde dentro.
Un tiempo después de hacer ese viaje, le dije a mi mujer que quería hacer los Cursillos de Cristiandad, porque ella los había hecho. Me buscaron un sitio, que fue mi cursillo, el 359, y el día que me entregaron el crucifijo fue el 11 de febrero. Años más tarde, descubrí que ese es el día de la Virgen de Lourdes. También un 11 de febrero hubo en Caravaca una convivencia de la Hospitalidad de Lourdes, me llamaron para subir a los enfermos, y ya empecé a trabajar poco a poco en la Hospitalidad y en la Escuela de Cursillos. Gracias a esta escuela tengo una buena formación, porque no me sabía ni el Padrenuestro, se me había olvidado; ni tampoco el Avemaría, ni el Gloria. Mi mujer y yo también fuimos responsables del Encuentro Conyugal de Acción Católica para matrimonios; después estuve de catequista, participé en grupos de oración… Ahora estoy en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad y en los Equipos de Nuestra Señora. Desde que el Señor me tocó a través de la Virgen María, estoy en la Iglesia, al servicio de lo que buenamente pueda hacer.