Cavar con las manos del corazón

Hace un par de semanas, en una audiencia jubilar en la plaza de San Pedro, el Papa León XIV nos regaló una imagen muy sencilla y poderosa: decía que la esperanza nace cuando nos atrevemos a «romper la costra de la realidad», como cuando de niños metíamos las manos en la tierra para buscar algo. Escucharle me hizo pensar en nuestros alumnos, en los jóvenes, en tantas personas que siguen buscando, a su manera, ese tesoro escondido del que habla Jesús en el evangelio de Mateo.

A veces, al hacernos adultos, dejamos de buscar. Nos conformamos con lo de fuera: lo que se ve, lo que da seguridad, lo que se espera de nosotros. Pero el reino de Dios no está en la superficie. Hay que escarbar, mirar más hondo.

El Papa nos propone el ejemplo de santa Elena, la madre del emperador. Una mujer que podría haberse quedado en lo fácil, en una vida cómoda y tranquila; pero elige buscar. Fue hasta los lugares donde Jesús vivió, preguntó, escarbó… y encontró la Cruz. Y con ella, el sentido profundo de su fe. ¿Y nosotros? ¿Qué estamos buscando? En ese mismo mensaje, nos recuerda que también nosotros corremos el riesgo de perder la alegría de los comienzos, esa chispa que nos hacía creativos y valientes. Como educadores y como cristianos, no podemos permitirnos caminar con el corazón cansado. Nuestra vocación es despertar tesoros escondidos. Cultivar el corazón, dice el Santo Padre, es el trabajo más grande. Requiere tiempo, fe, ternura y humildad. Pero el tesoro está ahí. Más abajo. Más adentro.

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