Tomarnos en serio al Papa

¿Cuántas veces ha pedido el Papa en público que recemos por la paz? Si algún lector tiene interés que busque en las alocuciones dominicales del Regina Caeli y del Ángelus. Comprobará que, en todas, sin excepción, hace un llamamiento a la paz y pide oraciones en favor de la paz. Hace pocas semanas convocó una jornada de oración y ayuno por la paz.

Podemos pensar razonablemente que, ante el poder desmesurado de los sátrapas del mundo actual, las guerras declaradas o sin declarar, el pateamiento de los derechos elementales, la violencia de grupos extremistas y el discurso de odio extendido por redes y medios, es poco eficaz la oración.

La brutalidad extrema exhibida sin pudor en Gaza, las explosiones sobre viviendas, hospitales y escuelas en Ucrania, las guerras menos mediáticas como las de Haití, Mozambique, Siria, Nigeria o Myanmar nos invitan «naturalmente» al desánimo. Lo mismo ocurre con los encarcelamientos arbitrarios, secuestros, violaciones y desapariciones impunes en latitudes diversas: también nos provocan «naturalmente» desánimo. Es «natural» ser pesimistas, pero no es sobrenatural. Aquí radica la diferencia.

Si nos tomamos en serio la exhortación del Papa y nuestra fe tenemos dos faenas importantes y urgentes: la natural será trabajar por la paz en nuestro entorno inmediato; la sobrenatural, orar a Dios para que pacifique allí donde nosotros no llegamos.

Lo sobrenatural no es antinatural, está en otro plano, en otra dimensión, que es la que acepta cualquier creyente, incluso cualquier persona con cierta sensibilidad espiritual.

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