Objetivo: llevar almas al cielo

Hace poco más de dos años comenzamos sin quererlo, sin buscarlo, sin planificarlo nuestra aventura con la música, y estos dos años han sido un camino marcado por mucha oración, de discernir qué es lo que el Señor nos está pidiendo en cada momento y también de momentos preciosos que se han quedado grabados en el corazón de la comunidad.

Hemos recibido cantidad de testimonios de gente que ha vuelto a rezar, personas que se han reconciliado con su pasado, jóvenes que por una canción han querido conocer a Jesús.

Nuestro carisma, el de las Hermanas Pobres, tiene una misión concreta dentro de la Iglesia: edificar la Iglesia desde nuestra vida en fraternidad. Ya lo dijo san Francisco cuando estaba reconstruyendo la iglesia de San Damián: «Venid y ayudadme en la obra del monasterio de San Damián porque vivirán en él unas señoras, por cuya famosa y santa vida en común será glorificado nuestro Padre celestial en toda su santa Iglesia». Ya Francisco hablaba de la fama y no es que eso sea lo más importante, pero, querido lector, no me digas que no es precioso llegar al corazón de 389 mil personas tan solo por cantar una canción.

Puede parecer folclore, puede parecer que no vivimos lo que tenemos que vivir, también es cierto que al mismo Jesús lo llamaron borracho, y es que lo importante no son las formas exteriores; lo que importa es que la gente que de verdad tiene sed de Dios pueda sentir que Dios los ama con locura y si para ello quiere servirse de nuestro «folclore» nosotras estamos a disposición, que para eso hace ya tiempo que decidimos trabajar por su reino. ¡Viva el folclore! ¡Viva Jesús el Señor!

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