Cuando el nombre habla

La elección del Papa León XIV ha despertado una oleada de emociones en la Iglesia y en todo el mundo. No solo por ser el primer pontífice estadounidense y religioso agustino, sino también por el peso que conlleva el nombre que ha elegido. En tiempos donde todo se mira con lupa, su decisión no puede entenderse como un simple detalle: su nombre habla.

No ha querido llamarse Francisco II, y eso ya dice algo. Pero ha elegido llamarse León, evocando inevitablemente a León XIII, uno de los grandes papas de la historia contemporánea. Aquel que supo leer los signos de su tiempo y ofreció a la Iglesia una mirada valiente y social, sin abandonar la fidelidad al Evangelio.

A finales del siglo XIX, León XIII fue capaz de dialogar con un mundo en transformación. No tuvo miedo de alzar la voz en defensa de los obreros, de hablar de justicia social, de dignidad humana. Fue el Papa que tendió puentes entre la Iglesia y los grandes desafíos de su tiempo.

Hoy, León XIV hereda un mundo herido por la desigualdad, el individualismo, las guerras y el olvido de Dios. Pero también un mundo sediento de sentido, de escucha y de consuelo. Sus primeros gestos nos hablan de sencillez, de cercanía; de un deseo de continuar el camino iniciado por Francisco, pero con una voz propia.

Su nombre nos recuerda que el Evangelio no es una reliquia del pasado, sino que es fuerza viva y es capaz de transformar la historia. Que la Iglesia no debe temer hablar ni escuchar. Que ser «León» no es rugir con poder, sino cuidar con firmeza. Oremos por él. Y caminemos con él en este tiempo nuevo.

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