Enseña mucho la historia de la Iglesia porque 266 papas dan para mucho. Ahora comienza un tiempo propio con León XIV. Hubo papas que litigaron con monarcas y obispos, y papas que defendieron la libertad en el feudalismo; otros lo hicieron frente a totalitarismos o tiranías. Hubo papas que se impusieron a los concilios y también a la inversa. Los hubo centralizadores y otros no tanto. En la silla de Pedro hubo frailes, monjes, nobles; curas y obispos santos; mártires; y también papas con llamativas debilidades y desaciertos evidentes. La cosecha del siglo XX ha sido inmejorable: León XIII (obreros), san Pío X (Eucaristía), Benedicto XV (paz), Pío XI (acuerdos), Pío XII (barbarie), san Juan XXIII (Concilio Vaticano II), san Pablo VI (diálogo), beato Juan Pablo I (breve sonrisa) o san Juan Pablo II (tornado que vino del frío). Y en el siglo XXI hemos convivido con Benedicto XVI o con Francisco.
Arranca ahora un nuevo pontificado, un cántaro nuevo que clama por la paz, que trabajará por la unidad y que buscará sintetizar verdad y compromiso misionero con los pobres. Apoyado en san Agustín de Hipona, el doctor de la gracia, defenderá el primado como hizo san León Magno y concretará aún más la Doctrina Social de la Iglesia iniciada por León XIII. La teología, el ejercicio y la recepción pastoral del ministerio petrino requieren hoy, de parte de todos, superar el vértigo y la inmediatez de las redes sociales y propiciar un tiempo de mayor reflexión, de más sereno pensamiento, de magnanimidad y de buen criterio y consejo. Bienvenido este cántaro que trae agua fresca para un mundo sediento de Dios y de paz. ¡Bienvenido, padre!