Felicítame, me he equivocado

En el convento hay una cosa que es imprescindible para nosotras: las sobremesas de los domingos. El resto de la semana no tenemos tanto tiempo para quedarnos hasta que nos cansemos, pero los domingos no tenemos prisa.

En esas sobremesas hablamos de muchas cosas que varían en intensidad, a veces profundizamos y otras veces nos entra la risa floja y no sabemos ni lo que estamos diciendo.

El caso es que en la sobremesa de este domingo vivimos las dos cosas, estábamos hablando de que para la gente joven tiene mucha importancia el qué dirán, que tienen mucho miedo a equivocarse, que no dan pasos por no arriesgar… y en esto una hermana dijo: «Si cuando reconociéramos que nos equivocamos nos felicitaran, seguro que sería distinto».

A nosotras, que no nos hace falta mucho para poner las cosas en práctica, comenzamos a felicitarnos por nuestros errores. Fue súper bonico, porque cada vez que alguna se equivocaba, aunque fuera una tontería dábamos un aplauso e incluso hubo quien se equivocó y pidió la felicitación.

Todo esto me hizo pensar que es así como actúa Dios con nosotros, cuando reconocemos nuestros errores; él siempre nos perdona y se alegra porque nos quiere con locura, porque donde nosotros vemos pecados a corregir, él ve necesidades a socorrer.

Nosotras hemos decidido dar aplausos ante los errores reconocidos. Y tú ¿te apuntas a este reto?

Otros artículos

La locura del amor

Objetivo: llevar almas al cielo

Volver a lo esencial