Otro invierno de resfriados, gripes, bronquitis y neumonías. Todos los años por estas fechas nos rodeamos de virus, de toses, de pañuelos, y si ataca con fuerza, hasta de camas de hospital. Los cambios de temperatura no favorecen mucho a estar sano, pues el cuerpo ya no sabe si seguimos en invierno o ha llegado ya la estación de las flores y las mariposas. Y pronto estarán pululando los síntomas de la alergia que cada año se hacen más intensos.
La enfermedad física nos deja sin ánimo, sin fuerzas para continuar, e incluso, sin ganas de ver a nadie. El otro día, tras una visita al hospital, me di cuenta de que nunca agradezco a Dios mi salud corporal, que es un regalo del cielo el poder estar sana y no tener impedimento para entrar o salir, para ir a trabajar, para pasear, y que me sobran las ganas, lo que me falta es tiempo. Tenemos decenas de médicos especialistas, medicinas y farmacias para combatir nuestras dolencias. Así que, querido lector, si estás sano, dale gracias a Dios.
¿Y qué hay de la salud espiritual? Pues también se debe cuidar; no te fíes, que no siempre estamos sanos por dentro. Algunos aconsejan que nos revisemos el alma una vez al mes, aunque, si hay urgencia, te recomiendo que busques a un sacerdote, que él tiene la cura. Y no temas, porque… «no necesitan de médico los que están sanos, sino los que están enfermos…». Todos conocemos al autor de esta frase, el mejor médico.