Soñar con alegría en tiempos difíciles

Hoy celebramos san Juan Bosco y, aunque no soy salesiano de raza, quizá es uno de mis santos favoritos. Lo descubrí siendo joven, dejándome caer por una parroquia bajo su nombre. Con su buena gente chita viajé al caserío I Becchi, donde nació. Allí conocí su historia, su entrega por los jóvenes descartados y esa alegría tan suya, tan del Evangelio, que no solo lo transformó a él, sino que supo transmitir a esos zagales para ayudarles a soñar un futuro mejor. 

A veces esa alegría no siempre es fácil de vivir, especialmente en los momentos oscuros, cuando la desesperanza parece agrietar la fe. Es ahí donde se ve su verdadero valor. Vivir la alegría evangélica no significa negar los problemas, sino enfrentarlos con fe, con la confianza de que Dios sigue acompañándonos y sosteniéndonos como dice san Pablo: «Porque sé de quién me he fiado» (2 Tim 1, 12). 

Es ahí donde la oración se convierte en refugio y donde encontramos el consuelo y la certeza de que no estamos solos (Mt 11, 28). También, y aunque cueste, compartir la dificultad puede aliviarnos. Escuchar o estar junto al otro pueden convertirse en detalle de cariño, que ayude a mantener viva la chispa de alegría que parecía apagarse. 

Ahora que estamos empezando el Jubileo, es un buen momento para darle un empujón a nuestra fe y nuestra esperanza. Y, fijándonos en Don Bosco, también para soñar esa alegría incluso en tiempos difíciles. Porque, al fin y al cabo, Dios nos llama a ser faros de esperanza y de alegría evangélica para los demás. ¡Viva Don Bosco!

Otros artículos

Comenzar con otra mirada

«Quizás, quizás, quizás»

Cuando Dios mire nuestros zapatos