A paso lento o a paso de tortuga, pero los cambios se vienen produciendo. Las tortugas, aunque no ocupan un lugar destacado en la Sagrada Escritura, han llegado a tener un importante significado simbólico en el pensamiento cristiano y representan, además, la perseverancia para comprender la sabiduría divina a través de su paso lento, la protección de Dios en su caparazón o el crecimiento espiritual en su longevidad.
Sabemos que las cosas están cambiando y también sabemos que no se está produciendo al ritmo que muchos quisieran; pero se están produciendo esos cambios. Sin duda hoy, al igual que en otros momentos históricos, el Espíritu sopla desde abajo y, como dijo la teóloga Elizabeth Green, «es el margen el que cambia el centro, nunca lo contrario». Es esta una sensación desafiante, pero llena de alegría.
Este Año Jubilar fue anunciado por Juan Pablo II cuando se cerró su precedente en el año 2000. Mucho ha cambiado el mundo desde entonces y algo, a su ritmo, la Iglesia.
La bula que convoca el Jubileo, Spes non confundit (La esperanza no defrauda), fue publicada el 9 de mayo de 2024, coincidiendo con la festividad de la Ascensión del Señor. Supone un alegato a buscar los signos de esperanza en nuestros días, a la vez que nos invita a convertirnos, nosotros también, en signos de esperanza para aquellas personas que «sufren la exclusión y la indiferencia de muchos»: los presos, los enfermos, los jóvenes, los migrantes, los ancianos y los pobres. Esta idea alude a la empatía y a la acogida necesarias de la Iglesia.