

Verán la gloria de Dios
I domingo de CuaresmaEl conjunto de las lecturas de este domingo se puede presentar como explicación de un doble itinerario: el del hombre hacia Dios y el de Dios hacia el hombre. La iniciativa, no obstante, en ambos itinerarios, pertenece a Dios: Él es quien llama al hombre a una vocación santa, a una bendición misteriosa. Él es quien nos presenta a Jesucristo, su Hijo amado, para que le escuchemos y le sigamos, y seamos así partícipes de su gloria. En el salmo vemos cómo el amor de Dios acompaña al hombre en su itinerario de búsqueda y cómo Dios nos libera de la muerte, este es el fundamento de nuestra esperanza.
Estamos en el tiempo especialmente dedicado a rehacer nuestra vida cristiana. El itinerario de Dios hacia el hombre subraya la condición salvífica del misterio pascual. A pesar de que después de la transfiguración los discípulos continuaron con Jesús, solo después de contemplar su gloria. Han podido comprobar que Jesús no es simplemente un hombre como los demás, es el Hijo de Dios a quien hay que escuchar, porque el Padre lo ha enviado para revelarnos que nos ama. Si solo fuera un hombre, su mensaje acabaría con una muerte injusta; pero porque es el Hijo, esta muerte es el acto supremo de fidelidad al Padre, la explosión del amor de Dios que salva a los hombres.
En ese monte se nos indica el camino para hablar con Jesús y de Jesús, y aquí se ha comenzado a levantar el velo que hace visible el rostro de gloria de Dios. Lo más grande que hemos aprendido es que en cualquier lugar, en el monte, en el templo, en la caridad o donde quiera que se reúna la comunidad hay un Tabor. Siempre te puedes encontrar con Jesús. La celebración eucarística de este domingo constituye la mayor oportunidad para entrar a fondo en todo lo que significa la transfiguración en el camino cuaresmal de renovación cristiana, porque es un encuentro privilegiado con Jesús para escuchar al Hijo, tomar conciencia en la fe de nuestra condición de hijos de Dios por vocación santa y es la entrada real en la participación de la resurrección de Cristo por la participación de su Cuerpo glorioso.
La Iglesia es, pues, nuestro más cercano y más visible Tabor, aunque esté siempre necesitada de la llamada a la conversión. Pero en la Iglesia hay mucha experiencia de Dios, presencia de Cristo y dinamismo del Espíritu Santo, cuando renovamos la transfiguración, cuando encendemos la luz de la esperanza, la fraternidad y la alegría. En la Iglesia es posible la llamada a la conversión, el cambio de ruta, para agarrarnos a la misericordia de Dios. En la Iglesia hay verdad, certeza y amistad; está Cristo resucitado, su luz, su Palabra y su amor. Y la Iglesia se acerca siempre al Monte Santo, cuando sube a los miembros dolientes de la humanidad, a los pobres y pequeños, en quienes Cristo te espera para transformarte y para transfigurarlos.
Estemos atentos a la Palabra de este domingo para que todos nosotros podamos transfigurarnos y resplandecer al escuchar al Hijo predilecto de Dios.
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