

Un corazón libre de apegos para el Señor
domingo del Tiempo OrdinarioCualquiera que haya escuchado las lecturas de la Palabra de Dios en esta semana no podrá quedarse sin respuesta, porque le plantea la importancia de la rápida respuesta de la fe. En los textos del Antiguo Testamento y en el Evangelio se presenta la generosidad de no darle la espalda a Dios, porque se destaca cómo Él cuenta en la vida y cómo lo que pide el Señor tiene preferencia para los creyentes. Personalmente me maravillo de la pronta respuesta de la mujer viuda de la primera lectura, que ante su situación límite no se plantea dudar, para ella, lo primero es Dios y se fía de Él de una manera admirable. Este gesto ejemplar es un dato que se convierte en una lección para cualquiera, porque su decisión hemos visto que es obedecer. En esto coincide el caso de la mujer, viuda también, en la que repara Jesús en el templo, que ofrece en el “cepillo” toda su vida, no una limosna que le sobra, sino su vida misma.
En los dos casos, estas mujeres nos han enseñado que ante Dios no hay que tener miedo, la ofrenda es una oblación total, incomprensible para cualquiera de nosotros, hombres y mujeres de hoy que calculamos todo y medimos cualquier acción a la que nos comprometemos para ver hasta dónde no podemos llegar. El secreto de estas dos mujeres está claro: se han entregado por completo a la causa de Dios y no se han reservado nada para la vuelta. En ellas vemos la importancia de consagrar nuestra vida al Señor y cómo le dijeron, con palabras de Santa Teresa: “vuestra soy, para vos nací”, o como nos enseña el Beato Carlos de Foucauld, “Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras… estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí”.
La fe se hace fuerte cuando la vives como una experiencia de amor que has recibido de Alguien que es más grande que tú. No te extrañas de la grandeza de estas mujeres viudas, porque ellas han estado queriendo estar muy cerca del corazón de Dios y se han ido haciendo semejantes a Él en la caridad. Creer es entregarse incondicionalmente en las manos bondadosas del Señor, es fiarse de toda palabra que sale de su boca y caminar sin miedo.
La predicación de la Iglesia ha sido siempre la misma: Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a Él, a “renunciar a todos sus bienes” (Lc 14,33) por Él y por el Evangelio (Mc 8, 35). Poco antes de su Pasión les mostró el ejemplo de la pobre viuda de Jerusalén que, dio todo lo que tenía para vivir (Lc 21,4). Debemos tomar nota de que el precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los cielos (Catecismo de la Iglesia Católica, 2544). Todos sabemos que entre las condiciones para ser discípulos de Jesús se nos exige dejarlo todo: padre, madre, tierras, bienes… incluso olvidarte de ti mismo y la razón está en estas palabras del Señor: “Busca primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se te dará por añadidura” (Mt 6,33).
Os deseo mucho ánimo para ser valientes y para no tener miedo, que el más hermoso tesoro que tenemos es conocer de verdad a Dios y cumplir su voluntad.
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