Tendremos un mañana
II domingo de Pascua22Todavía suenan en nuestros oídos los cánticos de alabanza y los «¡aleluya!» por la resurrección del Señor; repican las campanas en sus campanarios y cantan a gloria con sus aleteos las palomas, huyendo de la tierra al cielo, estremecidas por el sonido de los bombos y tambores, estimuladas por el estruendo de tracas y cohetes… Aún tengo grabadas en mis pupilas las sonrisas de los niños… y me pregunto: ¿por qué los adultos no ríen como los niños?
Hoy, una semana después, me vuelvo a preguntar lo mismo: no se entiende cómo sabiendo que Dios ha vencido nuestras muertes y tristezas, habiendo roto las cadenas del pecado que nos tenían esclavos; sabiendo que si Él resucitó, nosotros resucitaremos, que su muerte en la cruz no fue una derrota, sino una victoria; que al Señor lo sepultaron, pero que no le vencieron -es verdad que tiene las marcas de la pasión en sus manos y en su costado-, pero ¡Él vive! y en todos los rincones de la tierra se está cantando y proclamando el triunfo de Jesús: «¿Dónde está, muerte, tu victoria?». ¡Verdaderamente ha resucitado el Señor! ¡Espabilad, hermanos, llenaos de alegría, que hay esperanza, que tenemos un mañana y millones de razones para confiar!
Por si alguien necesita otro punto de apoyo para confiar en el Señor, en este domingo segundo de Pascua celebramos la Divina Misericordia, «la invitación perenne al mundo cristiano para afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros», dijo san Juan Pablo II. Este es también un motivo para la alegría, porque nuestras vidas se sostienen en el Señor, en su misericordia.
No estamos viviendo tiempos fáciles, porque la humanidad, a pesar de tanto adelanto de la ciencia y de todas las oportunidades para la sana convivencia y para la paz, no ha sabido aprovecharlo, y nos atemorizan la guerra y las violencias. Estas circunstancias nos están poniendo a prueba la fe, pero no hay que temer, ¡porque Cristo ha vencido a la muerte! Hoy nos toca comunicar con fuerza a todo el mundo esta gran noticia y ser señales de luz para los que viven en la oscuridad. ¿Te sientes con fuerzas para esta aventura de hablar de Cristo? ¿Serás capaz de decirle a tu familia, a tus vecinos y compañeros que verdaderamente crees que Jesús ha resucitado y que Él es la causa de tu paz interior? Pues si lo crees, venga, comienza ya por vivir alegre, porque esta es la experiencia de todos los que han visto con sus ojos al Señor. Veréis cómo en estos domingos siguientes la tónica general de los discípulos, testigos de la resurrección, es la alegría, no puede ser de otra manera. En la Carta a los Filipenses, les dice Pablo: «Como cristianos que sois, estad alegres, os lo repito, estad alegres». Jesús resucitó y estamos llamados a gozar de su misma vida, no hay miedo ni temor que pueda con nosotros, ¡somos del Resucitado, somos de la alegría!
Ahora debemos seguir construyendo este mundo según el plan de Dios, hay que trabajar y sacrificarse por los demás, construir una sociedad nueva, porque la cultura de la muerte no puede solucionar nada. Que se note que estamos en Pascua y vivamos como hijos de Dios. Id a vuestras parroquias, presentaos al sacerdote y decidle que cuente con vosotros, que estáis dispuestos a dar razón de vuestra fe. Que Dios os bendiga. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
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