

Ser agradecidos con Dios y con los demás
XXVIII domingo del Tiempo OrdinarioLa Eucaristía dominical es la más grande de las expresiones de agradecimiento a Dios y en la Misa de este domingo aprenderemos, al escuchar la Palabra, la importancia de saber ser agradecidos ante Dios, ya que ser agradecidos es la actitud básica de la fe. Si somos agradecidos a Dios, tendremos también un corazón más acogedor y universal con los demás. Como el que tiene Él.
Escuchemos con atención el salmo, el cual comenta la bondad universal de Dios, que, aunque es fiel a la alianza con su pueblo Israel, extiende su amor a todos, incluso a los de lejos, cosa que no contemplaban los propios judíos. Es significativo que los dos hombres que se encuentran con Dios en las páginas de las lecturas de este domingo son extranjeros: un sirio y un samaritano. Ninguno de los dos pertenecía al pueblo elegido, ninguno estaba, al parecer, en las mejores condiciones para tener el encuentro con Dios. Pero, ambos hombres, el sirio y el samaritano, supieron ver más allá del hecho de su propia curación: ¡habían descubierto a Dios!
Naamán, que al principio era orgulloso e indignado, luego se muestra agradecido a la bondad del Dios de Israel agradeciéndole los dones recibidos. Ese rico hombre experimentó un cambio radical en el decurso de su vida, se encontró de repente frente al abismo: tiene lepra, se ve condenado a muerte en vida, ya está comprobando en su cuerpo, todavía vivo, su propia corrupción y está sintiendo progresivamente su deterioro mortal, pero reflexiona y valora el bien recibido. El caso que nos plantea el evangelista, el de los diez leprosos que buscaban a Jesús porque estaban en el mismo drama, destaca que solo uno de ellos supo agradecer al Señor su curación, los otros desaparecieron, porque quizás valoraban mucho más el juicio de los sacerdotes para incorporarlos a la comunidad. Jesús aprovechó para abrir el horizonte de la fe a todos los que le estaban escuchando en ese instante y también a nosotros. Jesús pide una actitud más profunda, que nos situemos ante la realidad y que busquemos a Dios, no con exigencias, sino con confianza y humilde gratitud, sabiendo admirar los detalles del amor con que Dios nos rodea.
¡Cuántas cosas admirables hemos recibido de Dios en nuestra vida! Piensa que ha sido un regalo la misma vida, la salud, tus cualidades, los amigos, la familia, los bienes de este mundo; cuenta también con los medios de salvación que te han dado en la Iglesia, por ejemplo, la gracia de la fe, el Bautismo, el perdón sacramental, la Palabra, la Eucaristía… ¡Hemos sido afortunados! Jesús nos ha prometido la vida eterna, la cercanía de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo… ¡Cuánto nos ha dado el Señor!, pero Jesús es fino y nos vuelve a preguntar: ¿Dónde están los otros nueve? A ver si aprendemos a ser agradecidos ante Dios y de corazón abierto para con todos. El que sabe decir «gracias» a Dios, también lo dice a los demás.
Feliz domingo.
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