No anteponer nada al amor de Dios
XXV domingo del Tiempo OrdinarioHace dos domingos la Palabra nos ayudaba a distinguir entre la verdadera sabiduría y sobre lo que se debe renunciar para concluir que la verdad vale la pena. Este domingo, se vuelve a proponer que busquemos lo que es esencial en nuestra vida y no es el dinero. En la primera lectura, el profeta habla con mucha claridad y nos advierte de que el dinero nos puede hacer crueles, opresores y tramposos. Amós nos asegura que Dios toma postura por los indefensos y los pobres, y tendrá en cuenta estas injusticias.
Jesús, en el Evangelio, no alaba las injusticias del administrador que hizo trampas para «salvarse de sus fechorías», sino que destaca su inteligencia para saber asegurarse el futuro. El Señor aprovecha este ejemplo para pedir a sus seguidores que no sean infieles o tramposos, sino inteligentes y avispados. El profeta Amós se indignaba por la falta de justicia y caridad para con los más débiles. En esta semana Jesús no dice nada sobre el uso que hay que hacer con el dinero, vamos, no es muy explícito sobre la caridad con los demás, sin embargo, el próximo domingo sí que aparecerá claramente en sus enseñanzas.
No debemos olvidar que somos «administradores», más que dueños absolutos, y que corremos el peligro de dejarnos seducir por el dinero y utilizarlo de un modo poco inteligente. La Palabra del Señor nos recuerda algo que ya conocemos, que es harto sabido, pero nos cuesta tanto llevarlo a la práctica que es necesario ir recordándolo cada instante, porque el dinero tiene una particular fascinación y «se nos pega fácilmente a los dedos».
Hoy sí que será necesario escuchar la llamada de atención que nos hace el Señor: vivir la caridad como estilo de vida, dar limosna, ganarse el cielo por la caridad; salir al encuentro de los necesitados y reconocer que nuestra vida está en las manos de Dios, que nuestro mayor tesoro es la fe y la confianza en el que todo puede, porque donde está nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón. El buen uso de los bienes nos puede ir abriendo las puertas del cielo ya en la tierra.
Lo que pide el Señor es que sepamos ser buenos administradores, con inteligencia y sencillez, sabiendo distinguir cuál es el verdadero negocio, lo esencial que merece poner en juego todo nuestro ser, de lo que no tiene valor y se corroe, como es el dinero. Lo esencial, el gran negocio es la salvación final, la vida eterna. Por eso, no perdamos el tiempo y miremos al cielo, donde está Dios, sin dejar de atender a los hermanos más necesitados. Jesús nos pide que no antepongamos nada al amor de Dios.
¡Feliz domingo!
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