La conversión de Zaqueo
domingo del Tiempo OrdinarioLa persona de Jesús aparece una vez más como la gran revelación de la misericordia divina, lo estamos viendo en la liturgia de estas semanas. Además, lo podremos encontrar con facilidad en el Evangelio, cuando Jesús manifiesta que ha venido a buscar y a salvar a los pecadores, a los alejados... La palabra buscar pone en conexión la escena de Zaqueo con las parábolas de la misericordia: el pastor busca la oveja; la mujer busca la moneda; el hijo pródigo busca a su padre, porque en él está su salvación; y Zaqueo busca a Jesús. Esta actitud de búsqueda siempre tiene respuesta, una mirada de Dios. En el Evangelio hemos escuchado que Jesús levantó los ojos y vio a Zaqueo... La misericordia de Jesús es la misericordia de Dios, como leemos este domingo en el libro de la Sabiduría: «Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho». ¿No les parece admirable este texto? El autor del libro de la Sabiduría da la respuesta inmediatamente: «Si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado». He aquí la razón, la seguridad que tenemos en la bondad de Dios, en su mirada misericordiosa hacia cada uno de nosotros.
El encuentro entre Jesús y Zaqueo es un acontecimiento de salvación: «¡Hoy ha sido la salvación de esta casa!». Dice la Palabra que Zaqueo recibió a Jesús muy contento en su casa y al poco tiempo se daría cuenta de que no le había hecho un favor al Señor, sino que el que se había beneficiado de este hospedaje había sido él mismo, porque anduvo buscando por curiosidad a Jesús, quería conocerlo, pero ya se estaba preparando para la transformación gratuita, para una verdadera conversión. La conversión es la respuesta a la Buena Noticia, llegan tan dentro las palabras de Jesús que no puede resistir más y responde con generosidad: da la mitad de sus bienes acumulados a los pobres y después, se dispone a restituir con creces todas las estafas cometidas. Esto es el signo más claro de su respuesta gozosa. Zaqueo abre las puertas de su casa a Jesús y a cambio recibe el regalo más grande: la salvación que Cristo trae al mundo. No hay limitaciones para la salvación. La búsqueda de Jesús con una conversión sincera trae consigo la gracia de participar del cielo ya en la tierra, conocer el misterio del amor, del perdón y de la misericordia de Dios.
Ahora, nuestra reflexión va más allá de lo que nos imaginamos, porque la consecuencia de un encuentro así con el Señor se celebra, como sucedió con Zaqueo. Su decisión se enmarcó en una comida de fiesta, a la que se invitó Jesús. Podemos afirmar que aquello fue como una Eucaristía y toda Eucaristía es un banquete en el que Jesús, el Señor, se sienta a comer con los pecadores. Hoy estamos de fiesta, sentados junto a Jesús, que nos ofrece su Cuerpo y su Sangre, escuchamos su Palabra, nos alegramos con los hermanos que formamos la asamblea y damos gracias a Dios por la presencia y la salvación que nos regala Jesús.
Espero que nuestra oración sea sencilla y sincera y que podamos decirle a Jesús que nos conceda la misma gloria que experimentó Zaqueo cuando lo recibió en su casa, la misma alegría y el mismo perdón.
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