La confianza en Dios nos mantiene alegres
XIII domingo del Tiempo OrdinarioEn los tiempos que corren se necesita una gran dosis de esperanza, porque son muchos los que se lamentan de la tristeza por los índices de deshumanización que se perciben, por las llagas sangrantes de la humanidad donde existen guerras y violencias y, también, por nuestra sociedad engreída y egoísta… ¿Existe una solución para esto?, Sí existe, la fe, esto es, la seguridad que da el conocer a Dios y fiarse de Dios. Dios no está escondido, está tan cerca de nosotros, bastaría con abrir los ojos, con espabilar los oídos.
Dios nos sigue hablando y su Palabra es clara y nítida. Debemos aprovechar la oportunidad que tenemos para acercarnos a este canto a varias voces que nos ha sido dado para alcanzar el conocimiento de Dios y seguir sus pasos para la vida eterna. Pero si tenemos que decir cosas bellas de la Palabra de Dios, bastaría con acudir a la misma Sagrada Escritura. La Palabra de Dios es alimento para nuestra vida cristiana en la medida que aprendemos a escucharla. Uno se alimenta de la Palabra cuando la escucha y cuando la práctica. «La Palabra de Dios es eficaz y más cortante que espada de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón» (Hb 4, 12). La Palabra acompaña al hombre desde la creación hasta el fin de su peregrinación en la tierra.
La Palabra que acabamos de escuchar nos invita a tener confianza en el Señor siempre, a que no tengamos nunca miedo de afrontar este regalo de la vida, porque el que sigue a Jesús tiene muchas seguridades, ya que Nuestro Señor nos ha dicho que Él estará con nosotros hasta el fin del mundo. Todo lo que nos ocurra está en las manos de un buen Padre, del mejor Padre. Nuestra seguridad está en el poder providente del Padre, que cuida de cada uno de nosotros y nos protege. Estad contentos, porque como cristianos hemos puesto nuestra causa en buenas manos. Es lo que hemos escuchado: «No tengáis miedo». Tres veces se han repetido estas palabras en el evangelio de hoy y entendemos que es una exhortación cordial, llena de cariño y de preocupación personal, que Jesús hace a sus seguidores y a sus Apóstoles. El evangelio de san Mateo incluye el tema de la confianza dentro de los capítulos que dedica a la formación inicial de la comunidad cristiana, de la Iglesia.
Como los primeros discípulos, tú eres enviado por Jesús a anunciar la Buena Noticia del reino de Dios, a anunciar el mensaje recibido, y esto ya sabemos que nos exige valentía para dar la cara y hablar de Dios, incluso en situaciones adversas, pero vas con la seguridad que te da el Espíritu, con el coraje de un enviado del Señor.
Prestemos atención al momento y al lugar donde estamos, porque aquí está el testimonio vivo de quien se fio del Señor, de la mujer que le dijo al Señor, «cuenta conmigo siempre, que a todo lo que me pidas diré que sí». La Santísima Virgen María de Lourdes es el mejor ejemplo que se me ocurre para presentaros la alegría de decir que sí, la generosidad de la entrega total a Dios con sencillez y humildad, le dijo que ahí estaba la sierva del Señor y se dedicó totalmente a su Hijo y a su obra. El «sí» pronunciado en el momento de la Anunciación cambió la faz del mundo. María Santísima coopera con Jesús para librarnos del pecado y de Ella hemos aprendido nosotros a decirle siempre sí al Señor.
En Lourdes, en silencio, ¡cuántas cosas le decimos a nuestra Señora, cuantas intenciones y súplicas traemos! ¿Quién no se emociona delante de su imagen en la gruta? ¡Confiad en María!, imitad su confianza en Dios, diciéndole: «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios: no desoigas la oración de tus hijos necesitados; líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita». Bajo tu amparo estamos, a tu amparo nos acogemos, lleva a Jesús nuestras oraciones, las que te han dirigido cada uno de los fieles que han pasado delante de tu bendita imagen; ayuda y bendice a las familias, bendice a los ancianos y enfermos, a los que trabajan por un mundo mejor; mira con ojos de Madre a los necesitados y alejados y concédenos un corazón grande para hacer las cosas como las harías tú, si estuvieras en nuestro lugar.
Haz, Virgen María de Lourdes, que sepamos mostrar lo más hermoso que hemos recibido del Señor, un corazón dispuesto a amar, un corazón que vea las necesidades de los otros, para que, imitando tu fidelidad, bendigamos siempre al Señor. Dios les bendiga.
(Homilía del obispo de Cartagena en la Misa de las Naciones de Lourdes)
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