Reflexiones semanales
7 de julio 2019

El Señor nos dará, como un río, la paz

XIV domingo del Tiempo Ordinario

En el Evangelio de este domingo se recoge el importante momento del envío de los discípulos a predicar el Evangelio. Esta será la actividad esencial para los seguidores del Señor de todas las épocas, pero es importante fijarse en las condiciones y en los criterios de vida que señala Jesús: el Señor pide que vayan de dos en dos como corderos en medio de lobos, que no lleven nada, que la tarea encomendada tiene preferencia por encima de todo, que serán portadores de paz y la entregarán a todos los que la quieran recibir. Jesús les ha puesto en marcha ya para conducir a todas las personas hacia la verdadera felicidad, aunque no les ha ocultado que deben aprender a sufrir, a cargar con la cruz y a estar atentos para cuando les lleguen las persecuciones.

Jesucristo llama y envía a los discípulos para que anuncien el Evangelio, para que lleven la Palabra de Dios a todos los rincones de la tierra; los que han recibido la misión invitarán a todos a la confianza, no se sentirán solos, ni tendrán miedo a nada, porque Dios les protege. Jesucristo es el que les da la seguridad, ni los peligros más grandes podrán contra ellos, porque los enviados por el Señor están revestidos de una fuerza sobrenatural para enfrentarse a las dificultades. Esto lo conocen perfectamente todos los misioneros, saben que la seguridad que les empuja a la tarea viene de Dios y que Él no abandona a los que están cumpliendo la hermosa labor que se les ha encomendado. El evangelista san Lucas dice que se les ha dado “potestad para pisotear serpientes y escorpiones… y no os harán daño alguno”. Pero un poco más adelante, sigue diciendo que no estén contentos sólo por ese “poder” que han recibido, sino que el gozo y la alegría están justificados, porque “vuestros nombres están inscritos en el cielo” (Lc 10,20).

Verdaderamente es un regalo ser elegido por el Señor para la misión, porque te acompaña su confianza y su protección; es el valor de su Palabra lo que nos hace creíbles, aunque parezca que es difícil, por eso debemos tener presente su testimonio. Delante de nosotros tenemos un testimonio impresionante, el de san Pablo, que predica a Cristo crucificado, “escándalo para los judíos y locura para los paganos” (1Co 1, 23); él es consciente de que aparece como “necio, débil, despreciado, deshecho de todos” (cfr. 1Co 4, 9-13), pero es aún más admirable cómo el apóstol de las gentes resiste, diciendo: “No me avergüenzo, porque sé de quién me he fiado” (2Tim 1, 12).

Os ruego que atendáis a estas palabras del Papa Francisco, de la Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, que os ayudará a reflexionar para poneos en marcha como evangelizadores con espíritu: El misionero está convencido de que existe ya en las personas y en los pueblos, por la acción del Espíritu, una espera, aunque sea inconsciente, por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre… El entusiasmo por anunciar a Cristo deriva de la convicción de responder a esa esperanza” (EG, 265).

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