El Señor es compasivo y misericordioso
VII domingo del Tiempo OrdinarioA todos los que estáis cumpliendo con la vocación de un cristiano que respeta el domingo y escucháis la Palabra de Dios os invito a hacer el propósito firme de seguir buscando a Dios, de seguir profundizando en la fe y de acercaros a todo aquello que os favorezca para la santidad. En este domingo podremos ver cómo la compasión y la misericordia es una vía de santidad, junto con el propósito de querer lo que quiere Dios y de, como decía Teilhard de Chardin, “ofrecerle en medio de inquietudes y dificultades el sacrificio de tu alma sencilla”, de perderse “confiado ciegamente en ese Dios que te quiere para sí”. Nuestra vida está en las manos del Señor y quien confía en Dios sale siempre adelante, pero sin olvidar que Dios es compasivo y misericordioso y que ese es el estilo que hemos de imitar.
La compasión que nos pide la condición de cristiano es la que vemos en Jesús, por eso es preciso escuchar la Palabra para aprender. Tenemos tantos ejemplos que no necesitamos buscar demasiado. Veamos la compasión que siente Jesús por la enfermedad de un leproso, el evangelista lo señala así: «Compadecido de él -conmovido en el fondo de su ser-, Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: ‘quiero, queda limpio’» (Marcos 1, 41). Jesús quiere hacer visible la misericordia entrañable del Padre, su gracia salvadora, para que entre por nuestros ojos. La misericordia de la que se habla en el Nuevo Testamento es como una victoria de la bondad divina sobre el pecado de los hombres. Por esta razón, no es extraño que el Señor nos pida tener los sentimientos de Dios, amar de verdad, perdonar de verdad a todos, pero también a los enemigos; bendecir a los que nos maldicen e injurian; tratar a los demás como nos gustaría que ellos nos tratasen… En definitiva, amar, hacer el bien, prestar sin esperar recompensa… Un estilo de vida que no se puede llevar adelante si Dios no está dentro de nosotros o si hemos apagado la sintonía con Jesús; si no escuchamos la voz de Jesús o no queremos ver su testimonio de vida es imposible aprender este estilo y nos quedaremos con nuestras rutinas, intereses, prejuicios, odios y demás pecados que nos hunden en la oscuridad de la muerte.
Es preciso gritarle a Dios en oración y pedirle la luz de la fe, “que nos muestre su rostro y viviremos, que sea compasivo y misericordioso con nosotros, lento a la ira y rico en clemencia”, como escuchamos en el salmo. Estos textos nos acercan a Dios al ver con detalle el modo de proceder de Jesús, que no deja de perdonar, hasta a los que le han clavado en la cruz, e intercede por el perdón al Padre para ellos. Este es el ejemplo más hermoso que nos da el Señor a los que nos cuesta tanto el perdón, mirar a la cara, dar nuevas oportunidades para la reconciliación a los que ya cerraron las puertas para amar.
Podría ser bueno que, durante este domingo, en vez de estar juzgando las formas de actuar de las personas que te rodean, pares el tiempo de tu reloj y te detengas un instante, guardes silencio y mires dentro de ti mismo para ver qué debes cambiar, qué te está estorbando para aprender a hacer las cosas como Jesús. Ánimo.
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