Domingo de la Palabra de Dios
III domingo del Tiempo OrdinarioEn este domingo nos hace la Palabra de Dios una clara invitación a la conversión y en la primera lectura nos pone el ejemplo de los ninivitas para animarnos a verla como algo que está al alcance de nuestras posibilidades. Pero tengamos claro que se trata de una decisión personal, la voluntad de tomar conciencia, tal como se plantea en la descripción evangélica que hizo el hijo pródigo, el cual llegó a decirse a sí mismo: «Me levantaré, iré y le diré a mi padre». Este es un signo de conversión, la lucidez para recuperar el camino. La llamada a la conversión personal, movidos por la santidad y el amor a Dios, no ha dejado de resonar en los oídos de todos los cristianos del mundo, porque desde la predicación evangélica se nos insiste con urgencia. La insistencia que encontramos para que nos convirtamos no es un capricho, sino que nace de la vocación a la santidad que hemos recibido los cristianos en el Bautismo, porque Dios nos quiere santos y limpios de corazón; el Señor nos quiere decididos y valientes para alejarnos de nuestros pecados, de los deseos ambiguos, de los temores que nos paralizan, de la búsqueda de nosotros mismos, de nuestros instintos mal dirigidos y de nuestros pensamientos frívolos. Esta es la urgencia, llegar a la meta de la santidad, ser reflejo del corazón de Dios. Nuestro modelo es nuestro Señor Jesucristo, que es revelación de la imagen de Dios, según la cual hemos sido creados; su presencia en medio de nosotros nos lleva a buscar la verdadera conversión, el cambio de ruta.
La búsqueda del verdadero amor nos pone de manifiesto que nos queda mucho camino por andar, que muchas veces encontramos contradicciones en lo que decimos o hacemos, ya lo decía san Pablo: «No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero». La realidad es que estamos divididos y toda la humanidad lo está también. ¿Quién nos librará? No podemos superar esa división sino en Jesús, porque Él nos repara, nos cura, tiende la mano y nos levanta. Solos no somos capaces de salir del infierno en que estamos, es Jesús quien desciende hasta cada uno de nosotros y nos lleva consigo a la presencia del Padre.
En este domingo tercero del Tiempo Ordinario, el Papa Francisco nos pide que hagamos un alto en el camino para valorar la importancia de la Palabra de Dios en la vida de todo cristiano y para aprender a acogerla en el corazón. El mismo Santo Padre nos da pistas para acoger la Palabra y nos dice que la oración y la contemplación son un medio apto para la escucha y que la escucha de la Palabra alimenta nuestra vida, porque es la fuente primera de toda espiritualidad. Hace falta formarse continuamente en la escucha de la Palabra, porque para ser evangelizadores se necesita antes ser oyentes
Existe un camino sencillo para potenciar la centralidad de la Palabra en nuestra vida y facilitarnos la ayuda para acercarnos desde la espiritualidad a la vida ordinaria, de la escucha al conocimiento y del conocimiento al amor, me refiero a la lectio divina. El ejercicio de la lectio divina te ayudará a profundizar más en la oración y te abrirá la puerta para conocer mejor a Dios y a los demás.
Feliz domingo.
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