Los Dominicos en la Diócesis de Cartagena
La Orden de Predicadores cuenta con una comunidad de religiosos en Murcia desde el siglo XIII, que continúa su labor hasta el día de hoy.
En 1266 se fundó el Studium (centro de estudios superiores) y convento de Santo Domingo el Real en Murcia, en los huertos del último Rey musulmán de Murcia. El Infante Juan Manuel, dispuso en su testamento: “Que la casa que he començado a facer en Murcia para los predicadores, que la acaben y le den más de dos mil maravedís por que rueguen a Dios por mi alma”. En esta ciudad ya había dominicos en varias casas veinticinco años antes de la reconquista de la ciudad, según recoge la historia de esta comunidad.
El santo fray Raimundo de Peñafort, tercer general de los dominicos, decidió potenciar el diálogo y apostolado con musulmanes y judíos, presentes en la península ibérica y en el norte de África, ya que estaba convencido de que no se les podía obligar a convertirse por la fuerza, ni con las armas, sino por medio del diálogo. Fray Raimundo, con el apoyo de su sucesor, Humberto de Románs, y del rey Jaime I ‘El Conquistador’ -que eligió al primero como confesor y consejero-, puso en marcha los centros de formación de Túnez y Murcia para el estudio del árabe y del Corán, que luego añadirían el hebreo, la Teología y las artes.
Hay documentos que atestiguan, refiriéndose a la labor de los religiosos, que “les otorga el Señor tanta gracia y favor que es imposible describir, con óptimos frutos. Muchos de aquellos [musulmanes], principalmente en Murcia, se convierten a la fe”.
Studium murciano
El complejo, que contaba con el convento, capilla del Rosario (1545), iglesia de Santo Domingo (1722-1745) y centro de estudios, tenía de ancho, por la Plaza de Santo Domingo, desde el actual Arco de Santo Domingo (y seguramente desde la calle Serrano Alcázar, al inicio de Trapería) hasta la calle de Santa Clara. Y de fondo, hasta el final de la Plaza de Julián Romea y todo el Teatro Romea. Hoy solo se conserva la iglesia y la capilla, actualmente unidas.
En 1786 llegó a haber 44 sacerdotes dominicos, más los novicios y los hermanos cooperadores. Todo se perdió con la exclaustración de Mendizábal en 1835.
La influencia dominicana en toda la Región de Murcia fue patente en la difusión del rezo del Santo Rosario, por lo que muchas poblaciones, parroquias, ermitas y cofradías tienen como patrona a la Virgen del Rosario.
En 1886, en ausencia de dominicos en Murcia, tras la desamortización, la Cofradía del Rosario, propietaria de la capilla del mismo nombre y guardiana de la iglesia que fue de la Orden de Predicadores, entregó a la Compañía de Jesús todo el edificio.
Hasta 1980 no volvió a haber presencia de estos frailes en la Diócesis de Cartagena. Las madres dominicas les ofrecieron un piso remodelado, adjunto a su monasterio en la capital, para residencia de la primera comunidad de frailes que se instaló ya en el siglo XX, y que desde entonces son sus capellanes. Posteriormente, pasaron a residir en dos pisos de la calle Enrique Villar.
Actualmente son tres los frailes que forman esta comunidad, que se encargan de la capellanía de las monjas dominicas, de la atención espiritual de la iglesia conventual de Santa Ana (misas, confesiones y celebraciones), de los dominicos seglares y de la Archicofradía del Rosario. Además, celebran una misa diaria y confesiones en la iglesia de Santa Clara, y colaboran con el Camino Neocatecumenal en la parroquia de San Pablo.
La Orden Dominicana en la Diócesis de Cartagena
Además del convento de la capital, hubo otros dos en la Región de Murcia: San Isidoro en Cartagena y Santo Domingo en Lorca.
En la ciudad portuaria, al convento de San Isidoro, de 1580, se añadió la iglesia de Santo Domingo, construida entre los siglos XVII y XIX, actualmente parroquia castrense, en la que destaca la capilla de la Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Marrajos), que es su sede desde 1690. Tras la exclaustración de Mendizábal en 1835 se expropió el convento, del que no queda más que la iglesia.
Santo Domingo de Lorca fue fundado en 1551. Actualmente sólo quedan vestigios del convento; la iglesia, con su capilla del Rosario, tras su profanación en la Guerra Civil, fue restaurada y abierta al culto. Desde 1855 es la sede del Paso Blanco.
Aunque Alfonso X ‘El Sabio’ cristianizó una mezquita de Mula con el nombre de Santo Domingo, no hay constancia de que la Orden haya tenido convento en esa ciudad. Hoy es una parroquia.
A mediados del siglo XX hubo intentos de fundar convento de dominicos en Molina de Segura, cuyo Ayuntamiento donaba el terreno, pero no se llevó a cabo por falta de medios para las obras.
Dentro de la rama femenina de la Orden de predicadores, las madres dominicas han tenido dos monasterios en la Región: el de la capital (Santa Ana) y el de Jumilla (Santísimo Rosario), que se ha cerrado y cuyas religiosas se trasladaron a Murcia. Además, durante medio siglo ha habido una comunidad de Misioneras de Santo Domingo, para atender a los miles de murcianos que llegan al hospital Virgen de la Arrixaca, como enfermeras y realizando otros servicios.
Hay también una comunidad de dominicos seglares -la antigua “Orden Tercera”- que viven el carisma dominicano en sus casas y trabajos. Muy ligada desde el siglo XVI a los dominicos, está la Archicofradía del Rosario.
La comunidad de dominicos de Murcia
Los dominicos, desde el principio, han ejercido la docencia en la Universidad de Murcia, en la Universidad Católica (UCAM), en el Instituto Teológico San Fulgencio y en el Instituto Teológico de Murcia (ITM) de los franciscanos; aunque actualmente tan sólo continúan en la UCAM y en el ITM. Hasta finales de 2016, se hicieron cargo de la capellanía de los colegios de Hermanos Maristas de Murcia.
La predicación, fin específico de la Orden de Predicadores, la ejercen no solo en la iglesia de Santa Ana, sino también fuera de Murcia, ya que realizan ejercicios espirituales para el clero, triduos y predicación ocasional donde se les reclama.
Asimismo, se elabora en esta comunidad el Evangelio diario de cada año, que publica desde 1996 la editorial de la Orden en Madrid, Edibesa.
Carisma
Desde que en el año 1216 el Papa Honorio III confirmara la Orden de Predicadores, animándolos a “trabajar con más y más empeño en evangelizar la Palabra de Dios”, Domingo de Guzmán consiguió que se extendiera a los presbíteros la función, hasta entonces reservada a los obispos, de predicar. En definitiva, hacer patente las palabras que recoge el Evangelio de Marcos: “Id y predicad el Evangelio a toda la creación”.
Por ello, la Orden cuenta con un lema que procede de las palabras de Santo Tomás de Aquino: “Contemplari et contemplata aliis tradere”, que significa: contemplar –en la oración y el estudio– y comunicar a los demás lo contemplado –por medio de la predicación y la enseñanza–.
A la predicación se suma la contemplación que estos frailes ejercen en una doble dirección: estudio de la verdad, que se traduce en un estudio de diversas materias para poder acercarse a los problemas del mundo contemporáneo, y oración, fundamental para la evangelización.
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