30 de marzo 2022

«Con 18 pensaba que era feliz, pero 11 años después me doy cuenta de que ahora sí que lo soy»

Pedro Fernández López dio un paso adelante en su vocación sacerdotal en la Jornada Mundial de la Juventud de 2011, gracias a un amigo que le animó a hacerlo.

Pedro Fernández López, de 29 años, será ordenado sacerdote el sábado 2 de abril, a las 11:00 horas, en la iglesia de la Santísima Trinidad de San Pedro del Pinatar. Este diácono procede de una familia creyente, además uno de sus cuatro hermanos es sacerdote; ha vivido su fe, ha recibido los sacramentos y camina en el Camino Neocatecumenal en la parroquia de San Bartolomé de Murcia. Pero su vida cambió, como para muchos jóvenes, en una Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

En agosto de 2011 viajó a Madrid al encuentro con el Santo Padre, aunque fue para él «una peregrinación sin muchas ansias, un viaje con amigos». Como suele ser habitual, al día siguiente de finalizar la JMJ los iniciadores del Camino Neocatecumenal hicieron un encuentro vocacional, que tuvo lugar en la plaza de Cibeles. «Allí preguntaron si había algún muchacho que estuviera dispuesto a ir al seminario, a discernir la voluntad de Dios. Y yo tenía un muy buen amigo que me dijo ¿y por qué no te levantas? Nunca le voy a poder estar lo suficientemente agradecido», recuerda Pedro, que aunque no lo proyectaba como opción, sí que previamente a aquel viaje ya se había planteado la vocación, aunque de pasada y como una idea sin importancia.

A partir de ese momento empezó su proceso de discernimiento. Primero finalizó sus estudios de Bachiller y cuando terminó, con 20 años, entró en el seminario. En los primeros años viajó al extranjero para continuar su formación en Israel y en Irlanda. Un tiempo lejos que le ayudó en su decisión vital: «Hasta ese momento lo de la vocación me lo había tomado muy a broma siempre, muy como un juego, muy transitorio, sin terminar de comprometerme a nada, pensaba “puedo irme cualquier día”; pero, estando en misión en Israel, en febrero de 2016 hubo un clic y ahí ya empecé a tener las cosas bastante claras». Y tras esto, en el seminario, «con la ayuda de los formadores y el discernimiento», corroboraba que el Señor le llamaba «a esta manera de servir a la Iglesia».

En julio fue ordenado diácono, como paso previo a la ordenación sacerdotal, y fue destinado a la parroquia de San Andrés en Mazarrón, donde asegura se encuentra feliz. «Yo nunca he sido muy de Iglesia, por lo que toda esa vivencia parroquial no la conocía. En todos los aspectos, este año va a ser algo maravilloso, nuevo. Estoy como un niño con zapatos nuevos, disfrutando», cuenta con una sonrisa.

Sin duda, su paso por el seminario, estos años atrás, ha marcado su vocación y su vida, y de ahí retiene en su memoria «unos recuerdos maravillosos, muy buenos». En este tiempo ha visto cómo la Iglesia se ha puesto a su servicio, y ha experimentado la misericordia en primera persona con sus propios formadores del Seminario Redemptoris Mater: «Para mí eso ha sido clave; por este amor vale la pena, de verdad, vivir así».

Ocho meses después de salir de allí, ve que su tiempo de diaconado está siendo un cambio muy grande y radical. «Mi vida ha cambiado en todo, pero sobre todo el libertad, yo vivía con mis padres, con mi familia, tenía una vida bastante normalita y pensaba que era libre de hacer lo que yo quisiera, de ir donde yo quisiera. Durante todos estos años me he dado cuenta de que la Iglesia me está dando la verdadera libertad, que es el no tener que esconderme. Aunque yo pensaba con 18 años que era feliz, con mi vida bastante normal y bastante sin sentido, 11 años después me doy cuenta de que ahora sí que soy feliz».

Susana Mendoza Bernal
Licenciada en Periodismo. Redactora de la Delegación de Medios y responsable de redes sociales.
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